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El Mundo Sigue Ahí


Paseo

No te acerques mucho al borde. Pero él quería mirar, habían llegado hasta la cumbre, desde donde podían ver cómo la ciudad se movía, lenta. Lo habían planeado la noche anterior. Te hará bien, le decía ella, un cambio de aire siempre viene bien, trabajas tanto. Pero él no tenía ganas de paseos. Debía concentrarse. Habían pasado varias horas. Seguramente ya habían descubierto todo. Tengo que pensar, decía, debo pensar en algo. Fui un estúpido, no debería haberlo llamado. Habría sido mejor tratar de olvidarlo. Lo que no puede ser, no será nunca, decía. Pero no sabía hacerlo. ¿Cómo podría no verlo? ¿Cómo podía ignorarlo? Todos los días la oficina, el ascensor, la reunión, el teléfono por cualquier motivo. Recordó la primera vez, tan extraño, tan diferente. Sorprendido de su propia audacia. Ya había escuchado algunos comentarios del nuevo, de Pablo, pero esa noche, la de la premiación, lo miró, lo buscó y lo aisló, sólo para él. Le contó historias, le mintió un poco, lo amó. Y siguió viéndolo entre las sombras. Ni siquiera se preocupó por los rumores, por ese rayado en el baño. Ya no podía vivir sin él. Hasta que Pablo se aburrió. Comenzó a evitarlo, no contestaba los mensajes, no llegaba a almorzar. Tuvo que inventar algo, urgente, terrible, impostergable, para que quisiera quedarse. Se arrodilló, le rogó, no me dejes Pablo, le decía, aunque quieras verme menos, pero no me dejes, no me dejes. Ahora sólo recordaba la risa, las burlas de ese Pablo desconocido, cómo lo imitaba lloriqueando, de rodillas. Jamás olvidaría su sonrisa cruel, sus ojos burlones, la mueca de su cara, transformada en terror cuando lo miró tomar el abrecartas y avanzar a buscarlo. Pablo sintió el primer corte de varios, todos para borrar su burla, su sarcasmo, su ironía. Después, la nada, el silencio, el guardia que le abre la puerta y se despide atento, hasta el lunes, sólo quedaba usted y don Pablo, que descanse, que le vaya bien. Luego, maneja hasta su casa, demorando las calles. Paula lo esperaba, llena de planes, mañana nos vamos de paseo, te hará bien. Estás pálido, un poco de sol te devolverá la vida, le decía, ya mirando la ciudad. Lo último que escuchó fue no te acerques mucho al borde.



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